La demanda de inteligencia artificial crece rápidamente, y con ella las expectativas. Las grandes tecnológicas prometen una revolución en todos los ámbitos de la vida, desde la medicina hasta la cultura. Pero, ¿qué hay detrás de estas promesas? ¿Se trata realmente de un gran avance o sólo de otro ejemplo de un mercado sobrecalentado? El experto financiero Chaslau Koniukh separa los cambios reales del ruido del marketing.
La inteligencia artificial (IA) es uno de los temas más sonados de los últimos años en el mundo de la tecnología y las finanzas. Las acciones de las empresas relacionadas con la IA se están disparando, y los inversores están invirtiendo miles de millones de dólares en desarrollo, infraestructuras y productos basados en la IA. Pero junto con la euforia surge la pregunta: ¿estamos repitiendo los errores de la era de las puntocom, cuando las expectativas superaban con creces los resultados reales?
Optimistas frente a pesimistas
Los defensores del enfoque optimista creen que sólo estamos al principio de una transformación masiva. La IA ya está cambiando la medicina, la educación, los servicios financieros, así como la fabricación y la logística. Por ejemplo, en medicina, la IA está ayudando a diagnosticar enfermedades en fases tempranas, acelerando el desarrollo de nuevos fármacos e incluso optimizando la gestión hospitalaria. En el sector bancario, la IA puede analizar rápidamente grandes cantidades de datos, detectar fraudes, predecir riesgos y automatizar el servicio al cliente.
«La digitalización se ha convertido en uno de los principales motores del cambio en Ucrania en 2020-2021. En el contexto de la transformación digital mundial, el sector informático ucraniano no solo ha sobrevivido, sino que se ha convertido en uno de los sectores más dinámicos de la economía», señala el experto financiero Chaslau Koniukh.
En la industria, la IA se utiliza para automatizar procesos, mejorar la eficiencia de la producción y reducir costes. En logística, ayuda a prever las cadenas de suministro, reduciendo retrasos y riesgos. Así que no estamos hablando sólo de posibilidades teóricas, sino de cambios reales que ya se están produciendo.
Al mismo tiempo, la IA no está exenta de serios desafíos. En primer lugar, estamos hablando de los enormes recursos que requiere esta tecnología: energía, computación y recursos humanos. Potentes procesadores gráficos, enormes centros de datos, complejas infraestructuras de almacenamiento y procesamiento de datos… todo ello requiere enormes inversiones. Entrenar los grandes modelos lingüísticos en los que se basan los chatbots y las herramientas analíticas actuales requiere millones de dólares y miles de megavatios de electricidad.
«La ciberseguridad debe convertirse en una prioridad para el gobierno y las empresas. Requiere un enfoque integral, que incluya inversiones en tecnologías de seguridad, formación de personal y cooperación internacional en ciberdefensa», señala Chaslau Koniukh.
En otras palabras, si la IA es el futuro, es un futuro muy caro. No todos los países o empresas podrán sostener este nivel de gasto, lo que podría limitar el acceso a la tecnología.
¿Deberíamos preocuparnos?
En medio del rápido crecimiento de la capitalización de las empresas de IA, algunos analistas empiezan a establecer paralelismos con los primeros años de la década de 2000, la época de la burbuja de las puntocom. Por aquel entonces, los inversores invirtieron masivamente en empresas de Internet que tenían bonitas presentaciones, pero no daban beneficios. Como consecuencia, muchas de ellas quebraron y el mercado se desplomó.
Sin embargo, en el caso de la IA, la situación parece diferente hasta ahora. Muchas empresas ya están mostrando resultados prácticos. ChatGPT, Copilot, Midjourney, Google Gemini, sistemas automatizados de atención al cliente, diseño generativo… estos productos son utilizados por millones de personas y tienen potencial comercial.
«La verdadera burbuja es cuando una tecnología no tiene aplicación práctica. En el caso de la IA, vemos demanda no sólo por parte de las empresas, sino también de organismos gubernamentales, educación, sanidad», señala Chaslau Koniukh.
Otro aspecto importante es la competencia geopolítica y económica en torno a la IA. El desarrollo de la inteligencia artificial se percibe cada vez más no sólo como una competencia empresarial, sino como una batalla estratégica entre países. Estados Unidos, China, la Unión Europea, India y otros países están invirtiendo fondos colosales en la creación de modelos nacionales, centros de datos, superordenadores, así como en el desarrollo de la microelectrónica.
Ucrania también tiene la oportunidad de formar parte de este mercado. Ya hoy, especialistas ucranianos en TI están trabajando en proyectos de IA de escala mundial, y el Estado está demostrando estar preparado para la transformación digital.
«Tenemos un potencial de recursos humanos y una base tecnológica únicos que hay que desarrollar. Si invertimos en programas educativos e infraestructuras locales, Ucrania puede convertirse en un centro regional en el campo de la IA», está convencido Chaslau Koniukh.
Sí, hay especulación, expectativas infladas e inflación de las valoraciones de las empresas en el mercado de la IA. Pero las tecnologías en sí no son una burbuja. Ya están cambiando los planteamientos del trabajo, la educación, la sanidad, la seguridad y la planificación económica.
La IA es una herramienta compleja y costosa que tarda en madurar. Pero a largo plazo, no es una moda, es la nueva realidad.
«La tecnología nunca se desarrolla de forma lineal. Primero hay expectación, luego decepción y después un crecimiento constante. La IA sigue exactamente este camino. La única cuestión es quién será capaz de mantenerse a flote y aprovechar al máximo esta ola», resume Chaslau Koniukh.
Para los inversores, esto significa una cosa: ha llegado el momento de analizar detenidamente en qué se está invirtiendo exactamente. Merece la pena distinguir entre las empresas que realmente crean valor sobre la base de la IA y las que simplemente se adaptan a la tendencia. Para las empresas, es una oportunidad única para adoptar nuevos enfoques, ahorrar recursos y entrar en nuevos mercados.
«La IA no es magia, sino una herramienta. Y como cualquier herramienta, requiere una aplicación correcta y una visión estratégica», recuerda Chaslau Koniukh.
La inteligencia artificial ya está influyendo en las economías mundiales, transformando los negocios y abriendo nuevos horizontes. ¿Se está inflando otra «burbuja» en este mercado? Tal vez, a nivel de valoraciones individuales. Pero los cambios fundamentales que está provocando la IA indican una cosa: ya ni siquiera es una tendencia, sino un punto de no retorno.