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Evolución anual de la tasa de inflación en Venezuela desde 2015 hasta 2024

Tasa de inflación en Venezuela del 2015 al 2024

Aunque los últimos años la tasa de inflación de la economía venezolana lejos está de mostrar los valores alcanzados en 2018 o, incluso, en 2019, con más de 300% acumulado durante el 2023 sigue siendo el país con la inflación más elevada de América Latina y también del mundo.

Esta situación ha llevado al pueblo venezolano a vivir en la pobreza y, aunque los números tienden a la baja desde 2019 cuando se registró que el 92,9% de los venezolanos eran pobres, las cifras continúan siendo escalofriantes.

No existe una sola causa para explicar este fenómeno que atraviesa Venezuela: los desastres económicos son producto de múltiples factores y decisiones gubernamentales que han llevado a su pueblo a índices de pobreza e desigualdad social sin precedentes.

Repasemos algunas de las posibles causantes de esta crisis para conocer un poco mejor la evolución de los números inflacionarios desde 2015 hasta la actualidad.

¿Qué es inflación?

Partamos de la base de saber que denominamos inflación al aumento generalizado del precio de los bienes y servicios durante un periodo de tiempo.

Lo que genera este movimiento de la economía es que con la misma cantidad de dinero no puedas acceder a los mismos bienes y servicios que, por ejemplo, el mes anterior.

Posibles motivos

El movimiento inflacionario es causado por múltiples factores y allí radica la dificultad para poder controlarlo o solucionarlo en un corto plazo, sea este a bajos niveles o tan altos como en el caso venezolano.

Probablemente, el principal motivo del desastre de Venezuela esté vinculado a la producción de petróleo. Durante la presidencia de Hugo Chávez, se adoptó una política que giraba en torno a la extracción y exportación del crudo, algo que le dio rédito económico al país durante mucho tiempo.

Sin embargo, cuando el precio del crudo cayó, la economía venezolana se vino a pique debido a que se habían centralizados todos los recursos a la producción de hidrocarburos, motivando la importación de productos y servicios de necesidad básica que debían abonarse con moneda extranjera.

La situación empeoró cuando se tomaron políticas de restricción de importaciones para evitar la caída en la suspensión de pagos de la deuda externa. Esto derivo en que cada vez había menos bienes disponibles para los consumidores, es decir, menos alimentos, medicamentos u otros insumos para los venezolanos y, al ser menor la oferta, pero con una demanda estable, los precios tienden a subir.

Para 2017, con Nicolás Maduro como presidente en reemplazo del fallecido Hugo Chávez, Venezuela entró en un proceso hiperinflacionario donde tan sólo en diciembre el índice fue de 85% y el aumento de los precios alcanzó hasta un 2.700%, producto de una emisión de dinero sin un respaldo de políticas de contención.

Claro es que lejos estuvieron esas cifras a lo ocurrido en 2018, cuando según las estimaciones la tasa de inflación escaló hasta un 65.374,08%, con los alimentos como uno de los principales bienes perjudicados.

No se puede pensar una crisis económica de manera aislada de lo que ocurre en la esfera política y social de un país. Hemos dicho que, en parte, fue ocasionada por la consolidación de una economía dedicada a la explotación de petróleo, el cierre de importaciones y el posterior desfasaje entre oferta y demanda de bienes.

Sin embargo, ante todo este movimiento también genera en la sociedad incertidumbre a partir de la pérdida de confianza por las instituciones que deberían velar por su bien. Ante esta situación, la especulación y la pérdida de una referencia también termina viéndose reflejada en un aumento desmedido de los precios.

Algunas consecuencias

Aunque desde 2019 hay una tendencia a la baja en los índices inflacionarios, los números continúan en estándares realmente altos y preocupantes como para encontrar una salida benefactora en el corto plazo.

Decisiones pasadas han generado distintas sanciones por parte de organismos internacionales que, ante una dirigencia política que no se altera, difícilmente claudiquen. Sin el apoyo externo y con una economía estancada, la situación continúa siendo compleja pese a la leve mejoría.

Del mismo modo, actualmente Venezuela no es un destino atractivo para los privados que deseen hacer inversiones. Pese a la posición favorable que pueda tener cualquier economía respecto a la situación local, la coyuntura política y la inestabilidad para proyectar a futuro desalienta la inversión en el país.

En cuanto a la clase política, hay un descreimiento por parte de la sociedad para con sus dirigentes producto de la situación actual, sumado a los casos de corrupción y violación de los Derechos Humanos que atraviesan el país.

Y, por último, pero no por ello menos importante y preocupante, los graves estragos que ocasiona esta situación en el tejido social.

A la pérdida de poder adquisitivo y los altos índices de pobreza hay que mirarlos un poco más allá vinculados a múltiples problemas como la desnutrición, la migración, el aumento de la inseguridad y la violencia.

La desnutrición o la falta de alimentación de la población ocasiona problemas severos de salud y, sobre todo, cuando estos recaen sobre los niños. Una mala o, en algunos casos, inexistente alimentación durante la temprana edad repercute en el desarrollo de cualquier persona, por lo que, en este aspecto, los daños ocasionados son inconmensurables.

A su vez, muchas personas o familias enteras se ven motivadas a salir del país en busca de un mejor porvenir, generando un fuerte desarraigo y familias desensambladas.

Además, ante la desigualdad social reinante y el descreimiento hacia las instituciones, la violencia ha crecido notoriamente en Venezuela, haciendo de la inseguridad una moneda corriente para sus habitantes.

Consideraciones finales

Aunque desde 2019 la inflación marca una tendencia a la baja, la tasa de inflación se mantiene en números altos y preocupantes.

Según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2024 continuará esta tendencia, pero la inflación anual proyectada seguirá siendo alta y rondará el 230% pese a la reconversión monetaria, el control de precios, la emisión de criptomonedas y otras políticas económicas gubernamentales adoptadas con el fin de continuar desacelerando el proceso inflacionario.